Posadas, Misiones | NEA RURAL | Científicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) estudian el ADN contenido en los cloroplastos, organelas del citoplasma de la célula vegetal encargadas de realizar la fotosíntesis. Mediante técnicas de inducción de mutaciones, detectaron genes mutadores que permiten obtener variabilidad en sectores específicos del genoma de las plantas.
La disponibilidad de variabilidad genética en genes que regulan caracteres de interés, es decir, la posibilidad de contar con versiones o alternativas (alelos) de esos genes, es muy apreciada por los científicos que trabajan en biología y en el mejoramiento genético de los cultivos.
Para aumentar la variabilidad existente en plantas cultivadas, una de las estrategias que puede utilizarse es a través de Técnicas de Mutaciones Inducidas (TMIs), que consisten en la aplicación de estreses físicos o químicos capaces de provocar daños en el genoma por encima de la capacidad de reparación de las células.
En el mundo, las primeras investigaciones sobre estas técnicas datan de fines de la década del 30, mientras que, en el Instituto de Genética “Ewald Favret” del INTA, también tienen una larga tradición y este año se celebran siete décadas de continuidad en el estudio de estas técnicas y su aplicación en plantas cultivadas. Los trabajos fueron iniciados por el Ing. Agr. Ewald Favret, reconocido investigador argentino y pionero en estudios de genética vegetal, de quien hoy el instituto lleva su nombre.
Otra forma de incrementar la variabilidad disponible, cuya aplicación está mucho menos extendida que la de las TMIs, es a través del uso de plantas que presenten algún defecto en los genes encargados de reparar los daños que suelen ocurrir en el ADN por fenómenos naturales. Al tener impedidas algunas funciones de reparación del ADN, en estas plantas se originan más errores de lo habitual, algunos de los cuales quedan finalmente fijados como mutaciones. Los genes que las originan se denominan Genes Mutadores.
De ambas maneras, es posible acelerar la tasa de mutaciones por encima de la natural y, así, obtener una explosión de nueva variabilidad. “En las siguientes generaciones, nuestra tarea es seleccionar aquellas plantas mutantes que portan alelos útiles, ya sea para investigar la funcionalidad de algunos genes o la base genética de determinados caracteres”, explicó Alberto Prina, investigador del Instituto de Genética del INTA, al tiempo que añadió: “Luego, estos conocimientos y los nuevos materiales originados podrán ser utilizados para la obtención de plantas con características agronómicas mejoradas”.
Fuente: INTA Informa
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